Sociedad mortífera,
injusta y egoísta,
que agobias mi pecho dolorido en busca de quietud.
Pueblo que con tu sonrisa encienden la hoguera del fuego
que mantiene viva el ímpetu de tu plebe.
Dioses olvidados que sois,
cercanos de la choza y de las aldeas,
mantened la danza y el canto en los arraigos de los poblados.
Viviré soñando hasta que me despierte
de este letargo.
Vos sois el reflejo de una mirada sin lágrimas.
Con esperanza y en silencio
esperamos retornar a la cima de las aldeas.
Cantemos a Chiba por su Grandeza
Y a los espíritus vagabundos;
el canto de la perdiz.
Pepin Copariate
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