Antaño vivía rodeado de césped,
que con orgullo iluminaban mi esperanza.
Antaño mi vida fue feliz,
hostil a la violencia macabra de los forasteros que arrimaron ancla.
Anclas manchadas de la sangre de nuestros progenitores.
Hijos de la diáspora nos convertimos por necesidad.
Lloro a los anfitriones y Dioses de mi tierra añorada.
Huésped me hizo la historia que del yugo del colono derramé sangre.
Con ternura vivo, dolorido permanezco,
Ante el silencio que revienta mis tímpanos.
Con fuerza permanezco de pie y alto como el baobab,
Mi mirada vuela esas tierras que lloran en presencia de una locura sorda.
Sordo son esos pensamientos que acompañan la barbaría de esa casta inculta.
Tiranía es.
Pepin Copariate
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