La desesperación y la falta de ideas del Gobierno de Guinea Ecuatorial le obligan a recurrir al remedio malgache para salvar al país del COVID-19.

Nota informativa de CPDS

En el telediario de las 21 horas del día 1° de mayo del 2020, el ministro de Sanidad de Guinea Ecuatorial, Salomón Nguema Owono, confirmaba que el día 30 de abril, el Gobierno recibió de Madagascar 10.000 dosis preventivas y 1.500 dosis curativas de Covid-Organics, ese remedio tradicional compuesto por plantas medicinales (Artemisia) desarrollado por el Instituto Malgache de Investigación Aplicada (IMRA) y que el presidente de aquel país, Andry Rajoelina, había presentado el 20 de abril como la solución preventiva y curativa contra el nuevo coronavirus SARS-Cov 2, y anunciaba su comercialización.

Recorriendo la prensa se retiene particularmente la declaración del periódico malgache La Verité, según el cual, “Guinea Ecuatorial ha querido ser el primer país que reconociera y utilizara este remedio descubierto por investigadores malgaches”. No quedó muy claro si el producto había sido comprado o si se trataba de una donación del gobierno malgache a Guinea Ecuatorial, ya que otros medios de comunicación del país hablaron de donación.

El ministro de Sanidad informó que durante 14 días, el producto sería experimentado en enfermos de coronavirus y en los médicos que se juegan sus vidas en primera línea. En la misma ocasión, pidió perdón a todo el pueblo de Guinea Ecuatorial porque, según él, ningún país estaba preparado para hacer frente a la pandemia del coronavirus, lo cual explicaba los fallos observados por la población en su gestión, fallos que prometía ir rectificando. Y en esa línea, Salomón Nguema Owono anunció la restructuración del Comité Técnico de lucha contra la pandemia en Guinea Ecuatorial.

El viceministro de Sanidad, Mitoha Ondo Ayecaba, por su parte, declaró que las dosis preventivas serian distribuidas a la población, sin precisar a qué población se refería ni cuáles serían los criterios de selección de la misma.
La cuestión crucial es “¿qué beneficio esperan los guineanos de esta operación?”. La respuesta a esta pregunta es la incertidumbre. Incertidumbre porque nadie puede confirmar la eficacia del producto traído de Madagascar ni se sabe de su inocuidad y tolerancia por los pacientes. Esto no significa que el producto no vaya a ser eficaz. No. Significa que, en todo rigor científico,  ninguna base racional sustenta su eficacia ni aconseja su utilización. Si después resulta que es eficaz, habremos ganado la lotería. Pero si no, como parece muy probable, habremos protagonizado, cuanto menos, un espectáculo internacional inútil.

En las condiciones normales, los medicamentos no llegan al consumo humano  por la voluntad de un presidente. Ni por ningún fanatismo ideológico. El desarrollo de fármacos obedece a un proceso científico complejo, riguroso y largo, que puede durar hasta 10 a 15 años. De ordinario, empieza con ensayos preclínicos en animales, durante los cuales se evalúan diferentes parámetros, entre ellos la toxicidad del producto, su tolerancia e inocuidad, o la dosis inicial a introducir en seres humanos. Después se pasa a la experimentación humana. Esta se descompone en cuatro fases, que estudian si el nuevo fármaco es seguro, cuál es su mejor modo de administración y a qué dosis inicial (fase I); si la enfermedad responde al fármaco nuevo (fase II), y si el nuevo fármaco es mejor que un tratamiento estándar (fase III). Superadas estas fases, el medicamento obtiene su autorización de comercialización por el órgano competente, y desde entonces puede ser consumido. A partir de allí, comienza la fase IV, de farmacovigilancia, consistente en hacer un seguimiento y un rastreo de los nuevos efectos secundarios que pudieran aparecer después de su lanzamiento. Así es como se valida el uso de un fármaco, y es la única manera de garantizar el consumo de medicamentos seguros.

Muy independientemente de que la planta en cuestión es reconocida como un potente antipalúdico, en el caso que nos ocupa se carece de información científica sobre el producto adquirido. Nadie puede probar que sea eficaz contra el virus. No se sabe cómo el Covid-Organics ha llegado al mercado para tratar la infección por el coronavirus. En estas circunstancias y en lógica farmacológica pura, el producto debe asimilarse a un medicamento falsificado o de calidad inferior, un poco como estos fármacos falsos que inundan nuestros mercados. O como se trata a los enfermos en nuestras curanderías tradicionales. Y por esta razón que cualquiera debería poder entender, el Covid-Organics no puede ser respaldado por la OMS.

Nuestra opinión es que un Estado responsable no puede conducirse de esta manera. Guinea Ecuatorial figura como el 4° país africano con más casos de Covid-19 declarados por cada 100.000 habitantes. Esto significa que vamos muy mal. Y en estas condiciones, la adquisición de Covid Organics se asemeja a un gesto desesperado, una aventura de alcance imprevisible, una acción temeraria de la que ningún gobierno responsable se jactaría públicamente. Y sin embargo, el ministro Nguema Owono, un médico, se agarra ahora al Covid-Organics como la tabla de salvación, cuando afirma que confía en el producto malgache para salvar a la población del coronavirus.

Se hubiera podido entender aquello de la preferencia africana si se hubieran cumplido los prerrequisitos científicos indispensables, pero fuera de este marco, esta famosa preferencia africana invocada por algunos miembros del Gobierno carece totalmente de sentido.

En un momento tan crítico de la salud de toda la población; en un momento en el que la mala gestión de la pandemia está quedando tan evidente hasta el punto de que el principal responsable técnico se ve en la necesidad de pedir perdón al pueblo por los fallos acumulados; en un momento en el que el Gobierno se ve en la tesitura de ocultar la verdad sobre los contagios a la población como está sucediendo desde el 28 de abril, deberíamos haber comprendido todos que ya no valen los egos hipertrofiados, las arrogancias absurdas que, con toda seguridad, nos están conduciendo a todos a la perdición. El Comité Técnico, en lugar de buscar culpables entre la oposición política, debería saber pedir y aceptar consejos, apostar por estrategias que han revelado eficaces en otras latitudes, que sí existen, y hacer todo por implementarlas.

Es momento de darse cuenta de que el ostracismo característico del régimen actual debe evolucionar. Deberían ser ahora momentos de humildad, de acercamiento general y de sensatez. Es momento de ver lo que el régimen nunca ha querido ver, y es que este país es de todos y solo el concurso de todos los guineanos puede hacernos fuertes frente al virus. Ahora, lo más inteligente sería aplicar de verdad el eslogan que farisaicamente esgrime el régimen en sus documentos: “entre todos, unidos, venceremos el coronavirus”.

Malabo, 03 de mayo de 2020

LA COMISIÓN EJECUTIVA NACIONAL

Radio Macuto Facebook

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *