Donato Ndongo con el profesor Léon N. Camara (Universidad de Abidjan), durante la presentación de la tesis doctoral de éste, «Un homme au service de l’Afrique: L’éngagement de Donato Ndongo-Bidyogo». Universidad de Cádiz, Septiembre de 2015.

Muy buenas, señor Ndongo-Bidyogo. Presentaciones ya no hacen falta respecto a su persona; pero igual nos quiera decir algo que todavía no ha revelado a los medios y, por supuesto, nos gustaría que nos aclarase sobre el gentilicio de los habitantes de Guinea Ecuatorial: ¿ecuatoguineanos o guineoecuatorianos?

Agradezco, en primer lugar, que Radio Macuto, un medio tan seguido por nuestros compatriotas, haya querido entrevistarme. Quizá signifique que cuanto vengo haciendo a lo largo de más de cuarenta años por la construcción cultural de nuestro país, por nuestra dignificación como individuos y como pueblo, así como mis intentos de introducir cierta racionalidad en nuestra azarosa vida como sociedad, pueden estar empezando a calar, a ser, al menos, objeto de reflexión. Si es así, no puede sino gratificarme, al percibir que mi obra no cae en el vacío, tiene algún interés para mis compatriotas, su principal destinatario. Su intención, el único motivo que la inspira, es mi deseo de ser útil, hoy y en el futuro. A menudo no se comprende este empeño solitario, esta dedicación casi obsesiva a la causa de nuestra libertad y de nuestro progreso. Pero soy consciente de los avatares de un proceso tan arduo y no me preocupan ni la envidia de los mediocres, ni la malquerencia de los ambiciosos, ni las arremetidas de los malvados. Al revés: constituyen valiosísimos elementos para cimentar mi tarea. A fin de cuentas, el tiempo, juez implacable y definitivo, pondrá a cada cual en el lugar que merezca. Por lo demás, mi vida es lo suficientemente pública, y por tanto conocida, que nada puedo añadir. Ni guardo misterios ni tengo secretos; en mí, todo ha sido, es, esfuerzo y mucha dosis de paciencia para intentar conocer, comprender y aportar desde el rigor, la responsabilidad y la honestidad.

Sobre lo que me pregunta: el gentilicio apropiado es guineoecuatoriano. Por una elemental razón de corrección gramatical, en relación con la denominación oficial de nuestro país en la lengua oficial fijada por la Constitución aprobada por el conjunto de nuestro pueblo cuando accedimos a la soberanía nacional. Así lo definimos en el Congreso Internacional Hispánico-Africano de Cultura, que reunió en Bata, en junio de 1984, a las mentes más lúcidas existentes. Dicho Congreso fue convocado con la única y expresa finalidad de definir y establecer la identidad cultural de Guinea Ecuatorial. Como se recordará, salíamos de la dolorosa y oscurantista etapa de Francisco Macías y, según proclamaban entonces las autoridades constituidas, y creímos de buena fe, se pretendía poner los cimientos del desarrollo cultural, educativo, político, económico, social y moral. En pocas palabras: superar los traumas de la ominosa tiranía de Macías para devolver ilusión y energías a un pueblo exhausto. “Ecuatoguineano” es un galicismo que, durante mucho tiempo, fue un epíteto despectivo, vejatorio y malsonante para todos nosotros.

De Usted se han podido leer textos haciendo referencia a la “sabiduría fang”. ¿Se ha basado en ella, en la sabiduría fang, en alguna obra literaria? ¿En qué contexto?

Considero que toda mi obra literaria, por su concepción y facción, en el  fondo y en la forma, responde plenamente a las exigencias de mi cultura fang. Sería incomprensible si no se lee, estudia y analiza dentro de ese contexto. Ahora bien, dos cosas me parecen claras: primera, la necesaria evolución de nuestro pensamiento y de nuestras costumbres, que no pueden quedar varados en un pasado mitificado cuando nuestra existencia transcurre en un mundo en constante mutación. Porque vivimos ahora, y no en tiempos de nuestros bisabuelos, y las exigencias son muy distintas. Segunda: el fang es una de las etnias que pueblan nuestro Estado, no la única. De modo que nunca “ejerzo” de fang, puesto que cualquier planteamiento cultural que pretenda ser no sólo creíble, sino útil, debe ser integrador, no disgregador. Aunque ciertos discursos pretendan ignorar o tergiversar la realidad, socavando con fines espurios la esencia de nuestra identidad, la verdad irrefutable es que todas las etnias que componen nuestro país tienen un denominador común: su pertenencia a la estirpe bantú. Como sabe, durante muchos años fui experto consultor del Centro Internacional de la Civilización Bantú (CICIBA), organismo internacional impulsado en 1983 por el entonces presidente de Gabón, Omar Bongo Ondimba, cuya finalidad es el estudio y conservación del patrimonio histórico y cultural de los pueblos bantú. En abril de 1985 ese Centro organizó en Libreville, su sede, un Congreso sobre las Migraciones Bantú, al cual asistí; en años posteriores, participé en otras múltiples reuniones científicas, junto a estudiosos de otras naciones del área. En todos esos encuentros quedó nítido cuanto afirmo. Si a ello añadimos el influjo de la interacción colonial, resulta fácil desmontar las falaces exaltaciones de ciertas corrientes etnicistas, en cuyo sustrato subyacen planteamientos xenófobos, inoculados por el ideario colonialista más radical, en su desesperado intento de impedir nuestra independencia o, en última instancia, fomentar el caos que minara su éxito. Ésa es la realidad histórica. De modo que las corrientes centrífugas no sólo no conducen a nada, sino que abonan el discurso racista sobre la supuesta “incapacidad de los negros para organizarse y convivir en sociedad”, y cuantas lindezas oímos a diario. Y nuestro deber es desmontar la manipulación y asentar nuestra convivencia no desde crispaciones artificiales, sino con criterios y acciones que propicien la conjunción de intereses. La pregunta básica sería: ¿con quiénes estamos en definitiva, con nuestros hermanos y vecinos o con nuestros opresores extranjeros? Cinco siglos de esclavitud, un siglo de opresión colonial y cuanto venimos sufriendo desde entonces hasta ahora mismo deberían ser argumentos suficientes para decantar la respuesta correcta.

Me pregunta sobre el contexto en que se refleja en mi obra mi herencia cultural fang. Es la principal propuesta de reflexión contenida ya en mi primera novela, Las tinieblas de tu memoria negra (1987). Se percibe su esencia igualmente en Los poderes de la tempestad (1997), a menudo para desmontar el falaz discurso primitivista y totalitario introducido por la tiranía y sus sicarios, quienes sólo valoraron e impusieron los aspectos estáticos de una herencia ancestral desposeída por ellos de dinamismo y creatividad, nucleares en la filosofía, usos y prácticas de la sociedad precolonial, cuyos fundamentos y utilidad eran -son- incapaces de explicar de modo razonado. En El Metro (2007), el protagonista, y cuantas circunstancias le rodean y conforman su andadura vital, responden a su entorno primigenio. Y queda más que evidente en casi todas mis narraciones cortas, reunidas en El sueño y otros relatos (2017).  

 Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial es uno de sus libros que todo aquel que sabe leer en nuestro país ha de tener como libro de cabecera. ¿En qué se han basado los aspectos fundamentales de su reedición?

Portada de la Primera Edición

Le agradezco su apreciación. Como escribo en el prólogo de la segunda edición, aparecida en enero de este 2020, lo concebí en 1976 -la primera fue publicada a principios de 1977- como contribución al conocimiento de nuestras realidades históricas, ésas que fundamentan no solo nuestra Nación como país en el concierto internacional, sino definen nuestro ser y nuestra personalidad como guineoecuatorianos. Realidades a menudo desconocidas por los españoles que nos colonizaron y, por supuesto, por los propios habitantes de Guinea Ecuatorial. Pese a las dificultades, porque España declaró “materia reservada” la sola mención en su territorio de nuestro país, y Guinea Ecuatorial padecía uno de los regímenes más execrables del S. XX, creí necesario, imprescindible, acometer este trabajo porque tanto el colonialismo como la tiranía que lo sustituyó hicieron lo posible por ocultar sus iniquidades, esparciendo no solo inexactitudes, sino verdaderas y muy burdas mentiras. En lugar de ilustrarnos sobre nuestro pasado, en vez de legarnos los hechos acontecidos, los poderes constituidos nos ocultaron, silenciaron y escamotearon acontecimientos determinantes, sin cuyo conocimiento nuestra Historia resulta incomprensible. Es obvio que tal designio generó ignorancia y confusión: en ausencia de información veraz, con datos contrastados, lo normal es que se multipliquen rumores e interpretaciones tendenciosas. ¿Cómo explicar la rebelión anticolonial si vivíamos tan felices bajo la tutela española? ¿Cómo se justifica que el exponente más antiespañol del espectro político ganase las elecciones de 1968 si nuestra sociedad era la más civilizada, la más próspera y la más cristiana de África, según afirmaban? No se sostiene ese discurso edulcorado. Como tampoco se comprende que bajo un gobierno “del pueblo”, “nacionalista” y “anticolonialista”, fuesen asesinados más compatriotas por motivos políticos que durante todo el período colonial. ¿Cómo comprender que la independencia, exigida para gozar de libertad y prosperidad, negadas durante el colonialismo, trajese la cruel represión y espantosa miseria padecidas tras la marcha de los blancos? Ninguna sociedad deseosa de organización y regeneración puede basar toda su trayectoria en mitos y habladurías. Tanto España como la Guinea Ecuatorial independiente escondieron o destruyeron los documentos y demás vestigios que hubiesen permitido responder con veracidad a estos importantes interrogantes. Verdad sin la cual resulta imposible cimentar la convivencia, dotar de seguridad al cuerpo social, iluminar el camino hacia un porvenir más edificante. Había que destruir los bulos para reconstruir los hechos, base de cualquier acción presente y futura, porque, como reza un aserto conocido universalmente, los pueblos que desconocen su Historia están condenados a repetirla. Como dije, la primera edición de Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial se publicó en 1977. Por eso era necesario revisarla, pues contenía errores, no de planteamiento, sino inexactitudes resultantes de las circunstancias aludidas. Seguí investigando a lo largo de los años, en silencio, metódicamente, entre amenazas, presiones e incomprensiones, porque yo mismo reconocía las carencias y deseaba profundizar mis conocimientos. Esta segunda edición, leída en su conjunto, corrige esos errores iniciales. Ante el tiempo transcurrido y los importantes acontecimientos ocurridos desde entonces, era obligado prolongar la secuencia, que he detenido en 1982. El resultado es un volumen de casi 700 páginas. 

¿Una edición de la Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial desde 1978 ya está en la mente del escritor Donato Ndongo?

Como acabo de explicar, cierro esta nueva edición en diciembre de 1982, fecha que, en principio, podemos considerar final de una etapa histórica: disolución del Consejo Militar Supremo que había derrocado a Francisco Macías, y consagración de la autocracia posterior; consolidación del proceso de adhesión de nuestro país a las instituciones francófilas de nuestro entorno, y, por último, el acceso al poder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) desde la Guerra Civil española. Porque no podemos olvidar, como hacen algunos historiadores y muchos políticos de ambos lados, que la Historia de Guinea Ecuatorial está íntimamente imbricada en la Historia de España. En el libro se revelan acontecimientos relacionados con la Colonia, y la Guinea Ecuatorial independiente, que influyeron de modo decisivo en la Metrópoli, cambiando su rumbo histórico previsible, aunque ni los propios españoles lo sepan, porque no vienen reflejados en sus manuales de Historia. ¿Si pienso continuar el relato? Lo paré en 1982, entre otras razones, para no disuadir al lector con un volumen mucho más extenso. Pero estaría dispuesto a ampliarlo. En el prólogo aludo a la necesidad imperiosa de elaborar una “Historia General de Guinea Ecuatorial”, que abarque de manera más minuciosa todos los períodos, desde el precolonial a la actualidad, proyecto que concebí hace mucho tiempo. Debo aclarar que, hasta ahora, investigo y escribo sin medios ni apoyos, exclusivamente por mi propio empeño, sacrificando los escasos recursos que genera mi trabajo profesional cotidiano. Un libro de Historia conlleva un trabajo de años, complicado y tedioso, que requiere el patrocinio de instituciones oficiales o privadas. Es lo usual en todos los países. Apoyo que no me ha sido brindado. Agradezco, claro está, la Ayuda Singular recibida de la AECID a finales de 2011, con la cual sufragué una mínima parte de la investigación, así como la aportación de Casa África, que financió la edición. Sin embargo, el principal interesado en este proyecto debiera ser el Gobierno de nuestro país, a través de cualquiera de sus organismos, pues no carece de medios para que se acometa una tarea tan importante como necesaria para nuestro desarrollo cultural. Pero, por mi experiencia, parece que nuestros gobernantes siguen lastrados por los prejuicios o el afán de ocultación de realidades objetivas.

Una pregunta, para nosotros, obligada: ¿Qué firmaría, a fecha de hoy, para ver a su país de origen libre de las dictaduras?

Puede ser increíble para muchos, pero Guinea Ecuatorial no es mi país de origen, sino mi país. Nunca he tenido ninguna otra nacionalidad. Fui “apátrida” durante años, y siempre constó en mis documentos mi nacionalidad guineoecuatoriana. Tras mi expulsión del Paraíso, como suelo decir bromeando, mi estatus en España es de exiliado político…, sin dedicarme a la política. Simplemente, el embajador de entonces, Santiago Nsobeya Efuman (fallecido recientemente), me espetó al caducar mi pasaporte: “Mientras yo esté aquí, nunca tendrás pasaporte; si lo quieres, vuelve a Guinea; eres un opositor”. Es la pura y única verdad. Desde muy joven, cuantos me conocen, compatriotas y extranjeros, saben de mis constantes esfuerzos y desvelos por conseguir para mi país la libertad y el desarrollo; es una constante en todos mis artículos y conferencias por el mundo. Pero nadie me ha oído jamás postularme para presidente, ni ministro, ni ningún cargo. Rechacé Ministerios, Embajadas y dinero, para no contribuir a mantener la opresión ni participar en la corrupción. Mi única aspiración era, y es, vivir en mi Patria en libertad, junto a los míos, embebido en los paisajes de mi niñez, gozando de las ventajas de existir en este mundo en este siglo. En esta era digital, puedo hacer cuanto hago desde Niefang, Bata o Malabo. Lo demostré en su momento, ¿no? Todo lo cual, supongo, me da legitimidad para decir cuanto digo. Y digo lo mismo desde siempre: quiero libertad y prosperidad para Guinea Ecuatorial y todos sus habitantes, porque no es una utopía irrealizable. Libertades reales y desarrollo verdadero, no ficción. Libertades sujetas a la asunción de responsabilidades, derechosacompañados de deberes, como es de rigor, desarrollo por derecho propio, no por graciosa concesión arbitraria. Si el objetivo fuese ése, firmaría ahora mismo. Pero con mi larga experiencia desde los años ’70 del pasado siglo, observo y percibo que la trayectoria y los propósitos perceptibles de nuestros sedicentes “políticos” no invitan al optimismo. Los ciudadanos necesitamos hechos, no palabrería. Exigimos a los autoproclamados dirigentes, actuales o potenciales -pues ninguno está legitimado mediante las urnas- ideas claras, objetivos definidos, firmeza, determinación y rectitud de conciencia, no improvisaciones oportunistas ni sartas de lugares comunes que camuflan las carencias y evidencian la endeblez. A mis años, ya no comulgo con ruedas de molino.

Siendo que Teodoro Obiang no era el oficial de mayor graduación, porque, consta que estaba el señor Tray… ¿Cómo pudo asumir la jefatura del Consejo Militar Supremo, cuyas siglas (CMS) tergiversaron los regionalistas, convirtiéndolas en “Con Mongomo Siempre”?

Las circunstancias del encumbramiento del entonces teniente coronel Teodoro Obiang, y cuantos sucesos relevantes condujeron al derrocamiento de la tiranía, están explicadas, creo que minuciosa y suficientemente, en la segunda edición de Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial. Muchos de aquellos acontecimientos y decisiones nunca se publicaron ni se explicaron, y fueron hurtados al conocimiento público hasta ahora. Creyeron que con la ocultación de determinados hechos, dejando caer medias verdades y esparciendo únicamente lo conveniente, construían el mito. Explicarlo aquí alagaría esta entrevista. Lo adecuado es leer el libro. Para eso fue escrito: para cimentar nuestra Historia sobre realidades, no sobre mixtificaciones. Además del episodio al que alude, el libro contiene otras muchas revelaciones. Algunas sorprendentes,  otras no tanto, porque circulaban como rumores; pero en el libro se fundamentan, tras minuciosa investigación, por lo cual dejan de ser bulos. El lector encontrará, además, un análisis ponderado y riguroso de los hechos, pues era necesaria su contextualización para que fuesen plenamente comprensibles. En ese sentido, estuve en Guinea Ecuatorial entre octubre y diciembre de 1979. Recorrí casi toda la isla de Bioko, y visité Bata, Niefang, Mikomeseng, Ebibeyín, Mongomó y Añisok. En todos aquellos lugares escuché a muchísima gente, pregunté, indagué, vi cosas, palpé el ambiente. Por ello puedo afirmar que la conversión de las siglas CMS en “Con Mongomó Siempre” no tiene su origen en una supuesta reafirmación regionalista; fue la expresión espontánea y resignada de una población decepcionada por la composición y primeras actuaciones del órgano castrense constituido en Gobierno tras la detención de Macías. 

 Donato Ndongo durante su visita al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau (Polonia), tras sus conferencias en la Universidad de Varsovia. Octubre de 2016.  

¿El fracaso implica rendición?

No necesariamente. Nunca estuve en ningún Ejército, pero oigo decir que perder una batalla no es perder la guerra. Lo que sí parece obvio es que un general incompetente debe ser relevado de inmediato si el propósito es resistir, no rendirse.

Usted ha vivido y padecido parte de la colonización y las dos dictaduras habidas hasta ahora. ¿Guinea Ecuatorial cometió el “error” de solicitar una “Independencia Total” en aquel entonces?

Lo he escrito en numerosos artículos y dicho en múltiples conferencias: los africanos no debemos caer en las trampas urdidas por racistas y neocolonialistas. Y una de ellas es creer que “los africanos no estaban preparados para la independencia”, que, en la actualidad, convirtieron en eso que llaman “Estados fallidos”. Si hubiésemos esperado a “estar preparados”, seguiríamos dominados bajo sistemas coloniales, que, digámoslo suavemente, nunca tuvieron ni mucha prisa ni demasiado interés en “prepararnos”. De modo que la independencia fue una exigencia razonable y necesaria. ¿Qué ser humano, de cualquier tiempo y lugar, se conformó con su reducción a la servidumbre? ¿Por qué los franceses hicieron su revolución? ¿Por qué el pueblo de Estados Unidos se rebeló contra la dominación británica? ¿Por qué los españoles se levantaron el 2 de Mayo? ¿Por qué los rusos abolieron el zarismo? Yo diría que al revés: se tardó demasiado tiempo en reconocer nuestro derecho a la libertad. El problema no es ése. No han fracaso nuestras independencias. A mi modo de ver, nuestra deriva actual se debe, esencialmente, a dos factores: a las maniobras de las fuerzas colonialistas, no resignadas a perder sus privilegios, no solo económicos -con ser importantes- sino su sensación de dominio, de superioridad; Junto a ello, nuestra incapacidad para elegir a los dirigentes adecuados. En términos generales, la soberanía llegó a los africanos por medio de elecciones libres. Pero se votó al candidato más vocinglero, al más visceral, al “nacionalista” más exaltado y radical, sin análisis previo, sin estudiar su trayectoria, sin conocer su programa, ideario y objetivos; en definitiva, sin saber quién era en realidad. En nuestro caso, resulta revelador que Macías no ganase las elecciones en su propio distrito, según consta en las actas del escrutinio; y fue así porque sus paisanos sí le conocían. Lo cual desmiente la supuesta “inmadurez” de nuestro pueblo. Ganó en Ebibeyín y Mikomeseng principalmente. ¿No resulta llamativo? Pienso que el dato merece una profunda reflexión. En el libro revelo que la primera víctima de Macías no fue un bubi o un votante de Evinayong, terruño de su principal oponente, Bonifacio Ondo Edu, sino Mariano Mba Micha, diputado electo del MUNGE por Mongomó. ¿Por qué…?

¿Los dos regímenes dictatoriales han trabajado, de alguna manera, para fomentar etnicismos, regionalismos, tribalismos y cuantos “ismos descabellados” imperan hoy en nuestro país?

Cualquier observador, nacional o extranjero, puede ver que es así. En lugar de procurar la articulación de la sociedad, en vez de vertebrar el Estado pluriétnico resultante de la colonización, han fomentado el antagonismo. La doctrina subyacente en los planteamientos de tales sedicentes “nacionalistas” lleva la impronta de la desintegración. Puede afirmarse que Guinea Ecuatorial, sin ser una “ficción” como pretenden algunos, necesita cohesionar sus estructuras sociales y políticas y realizar mayores esfuerzos para que todos nos sintamos parte de nuestro Estado, hijos de una Patria común. Por eso propongo la redefinición de conceptos como nación y nacionalismo. El debate, desde mi punto de vista, debe centrarse en qué podemos y debemos esperar de nuestro Estado, qué debemos y podemos ofrecerle, qué es ser guineoecuatoriano en este siglo XXI. Se supone que debimos iniciar esa reflexión al día siguiente del 12 de Octubre de 1968. En su lugar, nos dedicamos a destruirnos mutuamente. El resultado, entre otros, es la desvalorización de nuestros compatriotas, el sumo desprecio y aversión que hoy cada uno de nosotros siente por el otro. En nuestro país, reconozcámoslo, nadie es nadie. Ya ni sirven las adscripciones étnicas como mecanismo de solidaridad; se desintegran los núcleos familiares, desapareció hasta la empatía entre nosotros. Es la nefasta herencia de más de medio siglo de opresión, de un discurso único que fomenta la envidia, el recelo y el odio. Y algo habrá que hacer si deseamos conseguir el país que todos anhelamos en nuestros corazones, en que quepamos todos, nos respetemos y seamos capaces de sentirnos solidarios.

Teniendo muchas similitudes, como es sabido por muchos, ¿cuál sería la principal diferencia entre el régimen de Teodoro Obiang y Francisco Macías?

En mi modesta opinión, Obiang, por carácter o por cálculo, supo huir de las estridencias de su predecesor. No se atreve a proclamarse presidente vitalicio, pero es obvio que morirá en el poder. No fusila en los estadios, no se apalea públicamente a la gente ni se insulta a dirigentes extranjeros -tentaciones hay, pero se reprime-, pese a la triste notoriedad de la escalada represiva. El régimen actual no tolera la discrepancia ni admite que puede haber otra manera de hacer las cosas, pero disimula mucho mejor. La ingente riqueza procedente de la explotación de los hidrocarburos y otras riquezas -madera, pesca, minerales- le permite simular una apariencia de desarrollo; pero es evidente que no beneficia  a la mayoría, sino a una exigua minoría oligárquica. Simples ejemplos: un país con tales potencialidades adolece de infraestructuras sanitarias, educativas y culturales; se acentúa la dependencia alimentaria por el abandono de la agricultura, se arrastra un déficit estructural en sectores como la vivienda, el saneamiento, la energía eléctrica. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que los extranjeros se benefician más de nuestras riquezas que los propios nacionales, porque Obiang, como Macías, desconfía de sus conciudadanos de  manera visceral, sólo preocupado por su propia supervivencia. Pero mientras Macías era un hombre directo, bruto, más bien primitivo en su nobleza, su sucesor es más astuto, taimado, y muy simpático en la distancia corta.

¿La tercera dictadura consecutiva es posible en Guinea Ecuatorial?

Todo es posible si no se evita. 

Lo que quiera decir a nuestros lectores, cierra la entrevista.

Creo haber respondido con sinceridad a todas sus preguntas, aunque sea consciente de que mis palabras no gustarán a algunos y, como siempre, acentuarán la inquina. Pero creo necesario expresarme con claridad, porque no podemos pasarnos la vida lloriqueando, pretendiendo cimentar la convivencia con paños calientes, o abordando los importantes temas que condicionan nuestra vida como si pisáramos un suelo tapizado de huevos. La hipocresía, no atreverse a enfrentarse a la realidad, lamentar por las esquinas las vejaciones son algunos de los factores que nos han llevado a la situación de anquilosamiento actual. Considero necesario que todos digamos cuanto tengamos que decir, siempre con rigor y veracidad. Porque hablar por hablar, sin saber de qué se habla, o calumniando por maldad, atribuyendo a los demás el propio fracaso, son otras de nuestras lacras colectivas.

Mis sinceras condolencias al director de Radio Macuto y a la familia, por la pérdida del hermano. Y muchos ánimos para superar esta dolorosa etapa.                                                                             

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2 comentarios en «Donato Ndongo: «Quiero libertad y prosperidad para Guinea Ecuatorial y todos sus habitantes, porque no es una utopía irrealizable»»

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