Como todos desde hace casi medio siglo, redacté y firmé mi escrito anterior con mi nombre y apellidos. No recurrí a intermediarios para decir cuanto tenía que decir, ni me agazapé tras una sigla o seudónimo. Nadie habla por mi boca, ni escribí o hablé nunca al dictado. Y como siempre, me responsabilizo de cada una de mis palabras, meditadas antes de ser publicadas. Considero positivo su impacto y el revuelo que provocan, signo del interés y ansias de clarificación de nuestros compatriotas ante cuanto atañe a Guinea Ecuatorial. Respeto todas las opiniones vertidas, pero nadie espere de mí que alimente polémicas artificiales, desagradables y dolorosas. No monto espectáculos, y menos en temas tan serios. Mi talante no es del estilo carroñero para regodearme en la carnaza, ni considero el exilio lugar idóneo para dirimir cuestiones que solo nos incumben a los guineoecuatorianos. Si se lee con atención mi texto, queda claro que no inicié tan absurda polémica. ¿Qué se esperaba que hiciese? Alguno incluso me reprocha mi tardía reacción tras décadas de insultos, calumnias y descalificaciones personales, que ignoré mientras otros las aventaban; a menudo oía decir que “algo había” cuando me mantenía en silencio. Recurrí a familiares de Severo Moto y amigos comunes para que desistiera en su campaña. Me contestaban que “ya no escucha a nadie”. Rebasó lo tolerable al denunciarme con falsas pruebas ante un Juzgado español. Tras el sobreseimiento, siguió difundiendo infundios degradantes. Y es mi obligación defender mi credibilidad, honor y dignidad, pues también tengo familiares, amigos, edad y vida profesional que merecen respeto. Como también tengo el deber de informar sobre el origen y resultado de sus acusaciones, ya que él los ocultó con evidente mala fe.

       ¿Me negará alguien mi derecho a ser resarcido de tanta insidia, siquiera con la satisfacción moral? ¿Es la “democracia” que instaurarán en sustitución de la actual autocracia? Pienso que una mera sustitución de personas para hacer lo mismo no puede ser el objetivo. Guinea Ecuatorial debe evolucionar, y el principal cambio debe estar en nosotros mismos. Y no todos somos iguales. Los guineoecuatorianos deberíamos aprender a diferenciar a las personas según su comportamiento honesto o deshonesto, analizando cuanto se hace, y no seguir a nadie ciegamente diga hoy blanco y mañana negro, o por afinidades tribales y similares. No podemos asentir y aplaudir como manada a cuanto otros dicen sin indagar su veracidad e intenciones. Si deseamos progresar y no anclarnos donde estamos, piense cada uno por sí mismo, para dar consistencia a su vida y no ser eterna veleta manipulable. Esa ligereza de juicio y endeblez moral están en el origen del desastre que padecemos. Lo dije con claridad y lo reitero: ni me dedico a la política, ni disputo nada a nadie, ni albergo odios ni afán de venganza. Cuantos me conocen lo saben. Mi intención no es hurgar en las miserias ni darle cuartos al pregonero. Al contrario, creo demostradas suficientes dosis de paciencia y sensatez al soportar durante años los ataques envidiosos de Severo Moto, sin entrar ahora a degüello. Y puedo perdonar las ofensas si se pide ser perdonado.

      Si escribo esta última apostilla es para puntualizar con claridad cuanto se amaga en un breve post, con el mismo artero propósito de seguir esparciendo la podredumbre y sembrar confusión. El aludido no rebate ningún punto de mi argumentación, pues sabe que es exacta. Cuando alguien que firma “Svm Estudiostv” -deduzco que el espectro de Severo Moto, quien nunca da la cara- escribe, refiriéndose a mi texto, que “se olvidó comentar los 2000 mil euros que cobraba en el gobierno en el exilio, sin dar Golpe. El mundo está lleno de hipócritas como este… que las mentiras que suelta hasta suenan reales”, respondo: ninguna mentira puede siquiera oler a cierta; debería saberlo por su experiencia en sus numerosas causas perdidas. Quien estime que miento, que aporte datos, fechas, circunstancias, documentos. He expuesto algunos de los que tengo. ¿Cómo confiar en gente que aspiró -y, contra toda racionalidad, parece seguir aspirando- a dirigir nuestro país cuando de ellos no emanan propuestas políticas, planteamientos generadores de esperanza, ideas diferentes a los lugares comunes conocidos, ni actitudes conciliadoras que ilusionen, sino el eterno chismorreo difamatorio en bares, esquinas y redes sociales, y encima por la espalda? Que dejen de intrigar, que asuman su condición de mortales, de seres no imprescindibles ni únicos, y que propicien un ambiente que posibilite soluciones; porque 38 años aferrados a un liderazgo personalista, monolítico e intransferible, que boicotea toda posibilidad de cambio, deberían haber producido frutos palpables, no solo arrogancia y repetitiva palabrería insulsa, que ya cansa a nuestra sociedad, que sólo les permite seguir fantaseando y engañando. Y díganme: ¿qué regla obliga a aplaudir si se critica a los actuales dueños del poder, y a insultar cuando las mismas verdades se dirigen a supuestos opositores que llevan tantos años viviendo del cuento de “hacer política”?

      No rehúyo ningún tema, al no esconder muertos en el armario; ni se me olvida nada, porque conservo intacta la memoria. Repito: cuando llegue la ocasión, me disculparé en Guinea Ecuatorial ante los miles de damnificados por la errática y dañina actuación de Moto; disculpa que, obvio es, contendrá cuantas explicaciones sean pertinentes, según mi conocimiento. No soy responsable de los actos y omisiones de nadie; cada cual responde de los suyos; como persona, sí me afectan el dolor y la frustración de las miles de víctimas, y la esperanza malgastada, por haberle colocado donde se resiste a salir. Nunca digo nada que no me conste, no invento ni exagero. Pero ante sus amagos tendenciosos, debo preguntar. Y pregunto: suponiendo que fuese cierto que “cobraba 2000 euros” del llamado gobierno en el exilio, ¿puede explicar quien se camufla tras el mote “Svm Estudiostv” de dónde procedían, si es público y notorio que a Moto no se le conoce oficio ni trabajo desde que reside en España, y llegó de Libreville sin un céntimo en el bolsillo? Segunda pregunta: suponiendo que a mí me pagaban tal cantidad, ¿cuánto recibían el señor presidente de tan pomposo gobierno y sus allegados? En pura lógica, cabe pensar que mucho más; ¿a qué causa destinaron tales recursos? Tercera pregunta: suponiendo que yo cobrase “sin dar Golpe”, ¿puede explicar “Svm Estudiostv” cuántos golpes daba el ilustre presidente del gobierno fantasma, si en toda su vida jamás dio un palo al agua? ¿O le traiciona su subconsciente y quiere referirse a otro tipo de “Golpe”…? Lo dejo ahí. Sus corifeos deberían exigir respuestas.

       A lo largo de mi trayectoria, he demostrado defender a ultranza la libertad de expresión, incluso donde y cuando era muy difícil y a punto estuvo de costarme la vida. No necesito proclamarlo; quienes lo desconocen -porque eran niños o no habían nacido- tienen mayores que les pueden informar; también pueden consultar las Hemerotecas. De modo que no secundaré el circo que pretenden montar; lo escrito, escrito está. Me merecen tanto respeto las ideas ajenas que jamás hice ni haré callar a nadie. Como ciudadano guineoecuatoriano de hecho y de derecho, estoy plenamente legitimado para exigir que toda información, opinión o juicio se atengan a la verdad y se basen en argumentos y razonamientos sólidos y coherentes. Porque terminó el tiempo del insulto y la calumnia gratuitos, la impunidad de los atropellos de cualquiera con una parcelita de poder, o que un advenedizo pontifique sin saber siquiera de la misa la mitad. Dejemos el “kongosá” para las banalidades cotidianas; cuanto determina y condiciona nuestras vidas es asunto serio, y debe tratarse con seriedad. Por eso, desde mi juventud, propugno para el nuestro un Estado de Derecho, no ahora que es moda y se apuntan hasta los más conspicuos pilares de la tiranía, después de ser cesados, como Moto. Es un gesto laudable cuando rezuma sinceridad; pero es fácil ver que algunos se visten de demócratas para disimular y continuar medrando. Y no es razonable bailarles el agua tras 52 años de opresión. Cada cual puede venerar al santo de su devoción; a fin de cuentas, Hitler y Macías -por mencionar a dos notorios tiranos del S. XX- tuvieron partidarios. ¿Esos acólitos acompañarían a su líder en el suicidio como Joseph Goebbels, o al paredón de fusilamiento como Miguel Eyegue Ntutumu? Piénsenlo, y dejemos de jugar. Quien no sepa, que aprenda.

     Y entiéndase bien mi alusión metafórica; quienes hayan leído algún escrito mío o escuchado cualquiera de mis múltiples intervenciones públicas sabe que soy contrario a la pena capital. No quisiera ver a nadie muerto, ni siquiera encarcelado, por discrepancias de opinión o por no aplaudir discursos que, al final, vierten sangre. Aunque otros sí me han amenazado con cárcel y muerte sólo por disentir de sus métodos. Fin de la cuestión, para mí. Que cada palo aguante su vela.

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Un comentario en «Última apostilla»

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