Por José Euegenio Nsue
«Educar es ayudar a desarrollar todos los potenciales de que dispone el ser humano. Conlleva formar e informar, transmitir conocimientos y promover actitudes. Sembrar en los hijos el deseo de aprender para que el día de mañana y en la medida de lo posible sean dueños de su propio destino. Buscar alcanzar mayores cotas de libertad y autonomía» (Javier Urra, El Arte de Educar; La Esfera de los libros, S.L., 2000 ).
Ya dijimos no ha mucho que este estado de hibernación o confinamiento que se nos han impuesto por culpa de la terrible pandemia que azota a todo el orbe nos permite reflexionar, analizar, leer aún más y con ello intentar ir sacando conclusiones, marcar nuevos hitos, revisar nuestros escalas de valores, etc. En este caso, releyendo a Javier Urra (español, Dr. en Psicología y Pedagogo Terapeuta, Navarra, 1957 ) y al padre José Luis Mangue Mba ( guineoecuatoriano, Dr. en Teología y sacerdote diocesano de la Diócesis de Bata, Bata, 1963 ), he descubierto que los dos proponen la Educación, Formación Humana como la clave para materializar que viene obsesionándome toda mi vida cual es la JUSTICIA SOCIAL, la LIBERTAD y la DIGNIDAD de toda la persona humana; sobre todo, los que más sufren, la vida humana en Guinea Ecuatorial; yo ya había llegado a la misma conclusión que los ilustres investigadores citados arriba, es decir, cualquier desarrollo humano y toda lucha contra las injusticias sociales pasa por la Educación, la Formación en valores éticos.
Huelga decir que los que desvivimos por los derechos humanos, la igualdad y las libertades de todas las personas así como la justicia social, no lo hacemos porque lo pasamos muy mal y queremos vivir del cuento, no lo hacemos para buscar medallas, condecoraciones o reconocimientos individuales; tampoco lo hacemos por una ideología política partidista, ni para defender intereses de ciertos lobbies como hacen precisamente aquellos que defienden lo indefendible, consienten cuando menos con su silencio todo tipo de atrocidades con la excusa de que defienden el pan para los suyos, para escalar o ascender políticamente y si no, para un enriquecimiento personal, de ciertos grupos clánicos, tribales…; si fuese el caso, algunos no tendríamos necesidad de hablar por los demás, de dejarse partir la cara; nos conformaríamos con nuestros trabajos, los que nos ha tocado trabajar duro, durísimo para ganar las habichuelas; lo hacemos porque nos parece lo justo, porque queremos ser consecuentes con nuestro bautismo y el Evangelio de Jesucristo recibidos y/o por el altruismo humanístico.
En efecto, está más que demostrado que en África subsahariana sobre todo, la justicia social, el respeto a la dignidad de las personas y el resto de los derechos humanos brillan por su ausencia; los gobiernos no están haciendo lo suficiente para acabar con las desigualdades que son el origen de todas las injusticias sociales; las sociedades del África subsahariana por lo general están abandonadas a su suerte (estos días de la propagación de la pandemia del Coronavirus se está viendo cómo los ‘ejércitos’ o cuerpos y fuerzas de seguridad de los Estados guineoecuatoriano y gabonés, por ejemplo, están cebando contra la población, los vendedores, los establecimientos públicos destrozando sus productos y enseres, apaleando y humillando despiadadamente a los conciudadanos, mientras que en otras sociedades del mundo los mismos soldados y cuerpos y fuerzas de seguridad están repartiendo víveres a la población, construyen hospitales, desinfectan los edificios públicos y ayudan en todo lo que puedan).
A partir de aquí se presenta un dilema, un interrogante: ¿ qué nos pasa a los africanos, los guineanos para ser tan crueles, insensibles, indiferentes y egoístas con los males de nuestros semejantes? ¿Cómo se puede llegar a vivir con todo tipo de lujo, comodidades al lado de miles de necesitados; cómo se puede defender que el país respira libertad, rebosa alegría, bienestar cuando se ve a los alrededores a gente maltratada, secuestrada, encarcelada; a miles y miles de personas en el paro sin que perciban ningún tipo de subsidio ni ingresos; cómo se puede hablar y afirmar que el país está dotado de una red de hospitales más sofisticados y puntales de toda la región cuando se ve a enfermos en las redes sociales en un estado lamentable con dolencias de todo tipo pidiendo desesperadamente una ayuda para poder salir al extranjero para curarse, o cuando los mismos mandatarios están huyendo en estampida para hacerse simples chequeos en el extranjero (acaba de perderse la vida un paisano alto ejecutivo subregional por venir a acompañar a su mujer para una revisión rutinaria a España donde el maldito virus le ha pillado con el fatal desenlace); cómo se puede decir que el analfabetismo ha disminuido y la enseñanza va viento en popa en un país que para encontrar a alguien que hable mínimamente el español correcto cuesta oro…?; en definitiva, ¿ qué se nos han puesto en los ojos a los guineanos para no ver cómo está sangrando el país, no tomar conciencia de lo que está pasando y no empatizar con las clases más desfavorecidas de nuestra sociedad que son la inmensa mayoría? El Dr. padre José Luis Mangue ofrece una respuesta en sus conclusiones de su investigación y estudio sobre la Justicia Social. Tras estudiar a fondo en la investigación para su Tesis Doctoral ‘El Magisterio de la Iglesia sobre la Justicia en África’ en las Exhortaciones postsinodales ‘Ecclesia in África‘ y ‘Africa Munus‘, el padre José Luis está convencido de que África adolece de una ‘escasa atención al desarrollo de base que es la formación, la sanidad, la vivienda, la alimentación’…, ‘la corrupción es el reverso y correlato de la mala gestión política‘…; ‘en África están presentes las tres corruptelas más conocidas de manera indisimulable. El clásico soborno, esto es, el pago sugerido o exigido por funcionarios o trabajadores antes de la prestación de un servicio por cuya ejecución cobran un sueldo. Nuestros militares y funcionarios son un desgraciado ejemplo de esto. Y está el nepotismo; cuando una persona emplea el poder que tiene para favorecer a su propia gente, o a sus seguidores/miembros del partido, ayudándoles a hacerse con puestos de trabajo no por sus méritos, sino por ser parientes, afines o del partido. Y aún sin competencias, tienen más predicamento ante el jefe supremo que los jefes intermediarios cuando no son parientes. Está también la de quienes hacen uso indebido de los bienes públicos, la malversación de fondos estatales o de empresas, la utilización de información privilegiada, la cobra de comisiones…‘ (Excerptum Thesis ad Doctoratum in S. Theologia Consequendum, págs. 58 y 59 ); para combatir todas esas anomalías, propone basándose en la DSI (Doctrina Social de la Iglesia) la EDUCACIÓN EN VALORES PARA LA JUSTICIA ya que, ‘la falta de formación seguirá pasando factura a los más débiles. La Iglesia insiste en la formación de todos sus miembros porque los valores morales son efectivos en la vida pública y nos hacen más humanos en eso que acostumbra a denominar «desarrollo integral«‘ (Cfr ibídem). Reconoce el padre que esta pretensión de educar, formar a la ciudadanía para combatir las injusticias sociales que caracterizan el África negra es una UTOPÍA pero que ‘sin utopías la suerte está echada, emprenderíamos un viaje a ninguna parte y caminaríamos sin rumbo dando tumbos; sin utopías triunfaría la injusticia por doquier y se impondría la barbarie. La humanidad se haría el harakiri y la historia dejaría de ser tal para convertirse en eterno retorno’ (Cfr ibídem pág 83 ); asimismo aboga por el componente ético-moral en la educación para la ciudadanía, ‘educar para ser justos‘; cita a A. Cortina, Educar para la justicia, donde este afirma que: «la educación ‘básica’ es el primer objetivo en un plan de desarrollo. Porque el hambre de cultura no es menos deprimente que el hambre de alimentos: un analfabeto es un espíritu subalimentado. Saber leer y escribir, adquirir una formación profesional, es tanto como volver a encontrar la confianza en sí mismo, y la convicción de que se puede progresar personalmente junto con los otros» (Cfr ibídem, pág. 90. «La sociedad justa no es posible sin la educación, sin la elevación moral y cognitiva de quienes la habitan»… «captar los valores, pues, requiere cultivar a la vez la razón y el corazón, la inteligencia, el sentimiento y la voluntad…; los valores éticos, a diferencia de los demás, son los que dependen de la libertad humana, lo cual significa que está en nuestra mano realizarlos»(Cfr ibídem). Javier Urra dice que: «ser persona supone adquirir y cumplir los compromisos, interesarse de verdad por los demás, entender lo esencial de la vida, ser respetuoso consigo mismo y con los demás, disfrutar del ocio y del trabajo bien hecho «(ibídem, 77 ).
A la pregunta inicial de estas reflexiones de si podíamos hacer algo más por nuestro país, todos los guineanos y guineanas que hemos tenido la suerte de estudiar una carrera, ordenarse sacerdote, aprender un oficio, además de volver al país para emular a los cleptómanos que han usurpado el poder absoluto del país y dicen que lo dirigen, gobiernan y lo hacen por y para los ciudadanos mientras lo están saqueando, desvalijando y arruinando; cabe preguntarnos si no es hora de despertar nuestras conciencias, de darnos cuenta de que este país nos pertenece y no debemos actuar como si fuéramos extranjeros que hemos ido hacer fortuna para luego salir con los bolsillos y las manos llenos, que si no lo tratamos con cariño, con afecto, con amor y con ilusión, y verlo como nuestro hogar y, además de buscar nuestra prosperidad que es legítima, también debemos poner seriamente toda nuestra ética y moral para levantarlo sabiendo que si no lo hacemos, nadie más lo va a hacer por nosotros. ¿No podemos por una vez ser un poco menos egoístas y más solidarios y generosos; un poco menos injustos y más justos y honestos; un poco menos partidistas, tribalistas, regionalistas y un poco más altruistas, objetivos, universales? ¿Puede haber, podemos hacer que en nuestro país haya, como dice el padre José Luis Mangue citando a B. Brecht: ‘hombres que luchan un día y son buenos; otros que luchan un año y son mejores; quienes luchan muchos años y son muy buenos; pero que haya quienes luchan toda la vida que son los imprescindibles?
¿Puede haber guineoecuatorianos imprescindibles en la lucha por la Justicia Social y las Libertades en nuestro país?
Así lo pienso y así lo digo; ¿ qué os parece