Por José Eugenio Nsue

Sambenito‘: un escapulario que se ponía a las personas condenadas por la inquisición para distinguirlas, o el letrero que se colgaba en las iglesias con el nombre y la pena de las personas castigadas por la inquisición.

Me sabe muy mal hablar de las mujeres nuestras, sobre todo las de los últimos sesenta años porque tengo en mente y presente a mis abnegadas, valientes, luchadoras, discretas y virtuosas madre, suegra, madrastras, tías, abuelas que en gloria estén así como todas las de todos los guineanos de nuestra generación y las generaciones anteriores a nosotros que gracias a ellas somos lo que somos hoy en día, recibimos la educación en valores y los principios que guían nuestro obrar en general (en la cultura fang, supongo que en la de las demás etnias guineanas, las madres son las que se encargaban de criar, enseñar e inculcar los valores a los hijos mientras que los padres se limitaban a buscar el sustento, cazar, pescar así como la construcción y reformas de nuestras moradas…), con sus propios ejemplos; ellas fueron los verdaderos baluartes de las familias por eso se dice o se decía que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Cuánta verdad, cuánta razón el dicho, por ellas, por nuestras madres de la antigua usanza.

Sabemos que las generalizaciones son odiosas pero, lo que pasa con la mujer guineana actual, sobre todo las nacidas con la autonomía y la independencia, abochorna, avergüenza y dice mucho por qué Guinea Ecuatorial va como va y está como está porque está más que demostrado sociológicamente que las sociedades en las que las mujeres no se han emancipado, no reconocen ni luchan por sus derechos y viven con dignidad, no pueden progresar. No se sabe cuándo la mujer guineana se dio cuenta de que los atributos femeninos que Dios la dio tenían que ser sus únicas herramientas de trabajo, el pasaporte o ‘laissez – passer’ que le abre todas las puertas y le hace cruzar todas las fronteras.

Está claro que por culpa del machismo de nuestras culturas las mujeres guineanas no las dejaban ir a la escuela (tampoco las había antes de 1930 más o menos), las madres las iniciaban en las tareas domésticas, en el cuidado de sus hermanos para así aprender para cuando se casaran y ser madres; quizás por esa razón no encontramos a ninguna sola mujer ni entre los Padres de la independencia, ni en los gobiernos de la primera dictadura de los Nguema (no consta que Macías Nguema nombrara ministra o secretaria general a ninguna mujer). A pesar de que con la llegada de los misioneros claretianos a Guinea y la aparición de incipientes escuelas primarias, algunos padres ‘evolucionados’ ya mandaban también a sus hijas a la escuela, la mujer guineana por lo general no ha querido dar un paso al frente para exigir, luchar y defender sus derechos, tampoco ha querido labrar su vida trabajando como los hombres; es más, ha colaborado y contribuido para que siga siendo tratada como seres humanos inferiores, de segunda clase; ellas mismas con sus comportamientos y su dejadez están permitiendo que los hombres las consideren como objetos de usar y tirar. Si la poligamia sigue existiendo a día de hoy es por culpa de las mujeres porque prefieren compartir el hombre con tal de «tener» quienes las alimentan, las cobijan y las visten además de ocuparse de sus familias, cosa que no suele suceder exactamente así; si cada vez siguen pagando ingentes cantidades de dinero por ellas (dote) como si fueran productos, es por culpa de ellas que hasta exigen que así fuera porque es señal de que se les quiere mucho cuando más pagan por ellas olvidando de que consciente o inconscientemente cuando uno paga por algo o por alguien, como es el caso, ese algo o alguien se convierte de su propiedad, en un objeto o esclavo para utilizar y ‘usar’ como les da la gana a los dueños; si son embarazadas involuntariamente, también es por culpa de ellas ya que, sabiendo como se embarazan las mujeres en cambio se abrazan y se entregan a cualquiera sin ningún control ni medida por un plato de lentejas; de ahí tantos hijos no deseados (si se hiciera un estudio estadístico para saber cuántos hijos deseados, nacidos de mutuo acuerdo entre los padres, hay en Guinea, y cuántos son de los padres que se les atribuyen, seguro que nos llevaríamos una desagradable y escandalosa sorpresa; no llegarían ni al 10%).

La mujer guineana lamentablemente nos está acostumbrando a escenas, noticias y actitudes vergonzantes; si bien los vicios y la mala educación no son patrimonio exclusivo de ningún género y son censurables vengan de donde vengan, sean de mujeres u hombres, pero en una sociedad machista y tremendamente tradicional, que las mujeres se caractericen por borrachas (beben como cosacos), vándalas (allá donde se juntan dos o tres guineanas terminan provocando altercados, se pelean en plena calle, en discotecas o en los mercados si no se insultan o dicen soeces…).

Desde que empezó de forma masiva el éxodo rural, la mujer guineana pensó haber descubierto el oro en las ciudades, encontró en la explotación de su cuerpo la ‘mejor’ manera de ganarse la vida; las mujeres (chicas jóvenes) que eran de familias pobres y no tan pobres que se trasladaron a las ciudades se metieron en la prostitución; ¿que querían comer al día, vestirse, estudiar y sobre todo, ayudar a las familias que parece ser que es una obligación no solo moral que las niñas tienen que cargarse de todos sus parientes y arreglarles la vida?: tienen que acostarse con el que tiene dinero o poder sin tener en cuenta su condición social si está casado o no, si es mayor que ella o no, si es guapo o feo, si es buena persona o mala, si es responsable o irresponsable; la cuestión es que tenga medios, cargos o poder. Así, el amor verdadero se fue al limbo; las mujeres ya no se acercan a los hombres por amor, por sentimientos puros y sinceros, los hombres tampoco las conquistan por otros intereses que no sean su utilización sexual, saciar sus apetencias subliminales; de ahí tantos niños bastardos que llenan el país que deben rondar el 80% del total de los niños guineanos.

En la década de los 90 sobre todo, cuando viajar a Europa (España) comenzó a ser accesible para casi todo el mundo, las mujeres guineanas se dieron cuenta que el oficio más viejo del mundo deba muchos beneficios y así, familias enteras, madres e hijas, hermanas, primas y sobrinas; suegras, nueras y cuñadas; solteras y casadas venían a ‘trabajar en los bares’ para enviar remesas a su familia; desde España iban y van a Francia (Irún), a Holanda, Suiza, etc a lo mismo, a ejercer la prostitución. Hasta hoy, las fulanas son las más respetadas en el seno de muchas familias y están más consideradas en el país que cualquier titulado universitario o profesional porque son las que ayuda a sus familias, construyen viviendas imponentes, alimentan a los suyos y hasta son empresarias…

En un país tradicionalmente católico, la ética y la moral se han esfumado como un vapor mientras que los vicios y la depravación se han adueñado del país en todos los ámbitos; así, de aquellos polvos, esos lodos. No nos extrañemos que cada vez aparezcan tantas Clotildes y tantos Anatolios. Una mujer que vive bajo el mismo techo de su marido/pareja (no se vive bajo el mismo ‘lecho’, guineo puro; se duerme bajo el mismo lecho), se supone que está cadada y puede que tenga hijos, se permite tener un amante oficial y aceptar suculentos presentes como el regalo de un coche que su amante adúltero le hace y llevarlo al hogar conyugal; el amante adúltero, todo un Fiscal General del Estado, personaje que debería ser garante de la legalidad y, cuando menos, tener apariencia de moralidad, se atreve a llamar al marido cornudo para amenazarle e insultarle además de regalar un coche a una mujer casada o emparejada cosa que probablemente no hace a ninguna de sus mujeres de las que afirma cuidarlas bien, demuestra el nivel de bajeza moral a la que ha llegado la sociedad guineoecuatoriana.

Oyendo y leyendo las reacciones de muchas mujeres guineanas apoyando, alabando y celebrando ese modus operandi vergonzante y desleal además de obsceno de la tal Clotilde, además de deplorar la falta de vergüenza y dignidad a la que hemos llegado en Guinea, lamento profundamente el cariz del que han tomado las mujeres guineanas (la inmensa mayoría) de ser las comparsas, el cortejo, el harén de los depravados mentales que abundan en el país, de vivir sin honor, de seguir siendo para la sociedad guineana las convidadas de piedra.

Si con esos comportamientos sicalípticos, lúbricos, impúdicos y amorales creen las mujeres que así conquistarán la necesaria igualdad, el empoderamiento de la mujer en la sociedad guineana y el respeto que deben tener toda persona humana, están muy equivocadas. Ya que el régimen de alegre memoria ha favorecido y fomentado la erradicación de los valores humanos de respeto, dignidad, decencia, responsabilidad, honestidad, sacrificio…, al menos que hagan como los hombres que van acostándose con las mujeres pagando con su dinero (robado o trabajado); viven en sus casas construidas o compradas por ellos; cuando se casan con varias mujeres tratan de cobijarlas en sus propiedades. Lo que no es de recibo es que algunas clotildinas (las que son como la famosa Clotilde) vayan haciendo con otros hombres viviendo de okupas en casas de los hombres trayendo a casa los trofeos (regalos) que sus amantes les hacen como si estuvieran en casa de sus hermanos.

En cuanto al Fiscal General Anatolio y a todos los anatolianos (los adeptos de la secta creada por el Fiscal), además de tener que dotar a la pobre de Litoral para evitar el agravio comparativo y comprarle también un coche como la amante, ¿o ne es igual de mujer y no te da lo mismo que Clotilde?, ya que sabéis cuidar y tratar bien a vuestras mujeres y a las que no son vuestras; sois la vergüenza de los hombres guineanos y de todas las personas. Tú, Anatolio, no deberías no solo no ocupar un cargo tan importante en otros países decentes, sino que tampoco tu nombre debería conocerse públicamente. Además de tirarse una mujer casada, actuar como Alcapone consiguiendo fraudulentamente el teléfono del pobre cornudo, llamarle para mofarse de él, amenazarle humillarle, es lo más vil que un hombre con un par de huevos puede hacer. Claro, como todos vosotros queréis pareceros a vuestro dueño y amo, el monarca Obiang Nguema I que ha pasado toda su vida tirándose a las mujeres ajenas si como dicen tiene más de 150 hijos; os podéis calcular con cuántas mujeres se habrá tirado y eso que no había embarazado a todas; y ese es vuestro MEJOR, GRAN Y ÚNICO hombre. Qué pena, sinvergüenzas.

Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?

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