Por José Eugenio Nsue

«Os he traído la carne de cebú para que os coman».

Me cuentan que uno de los programas de mayor éxito en el espécimen de televisión guineana que pilota mi compañero del instituto Rey Malabo, Norberto Olinga, es el llamado ‘Cosas que ocurren‘; una especie de magazín en el cual se mezclan reportajes y entrevistas de los sucesos que pasan a lo largo y ancho del país. No es de extrañar por qué está teniendo tanto éxito dicho programa en un país donde se ven y se viven sucesos tan alucinantes, estrambóticos, horripilantes, macabros y hasta paranormales.

El penúltimo episodio ocurrido en el drama y terror que se vive permanentemente en el reino de los Obiang ha sido el embiste de un cebú contra un taxi en las mediaciones de la capital del país, Malabo. Al parecer, cuentan que es habitual y corriente ver réses, vacas, cabras y cebúes paseando alegre y pacíficamente por las calles y carreteras de Malabo y sus alrededores hasta posan frente a los Ministerios como mascotas en las vísperas de los nombramientos, sin custodia y sin que nadie hiciera nada para evitarlo. En esas, el pobre taxista se ha visto involucrado en un accidente absurdo y evitable con un cebú cuyas consecuencias pudieron haber sido fatales, además de los desperfectos materiales; el conductor pudo haber sido corneado por el bicho.

Está claro que Guinea Ecuatorial ya no es de los guineanos, nunca ha sido de los guineanos. En la colonia, el país pertenecía a sus colonos; sus riquezas, recursos naturales así como las personas nacidas en él pasaron a ser productos y propiedades de los colonos, tanto fue así que esos nos convirtieron en esclavos en nuestra propia tierra. Con la independencia, la cosa fue a peor; los sueños de libertad y dignidad de los guineanos por lo que lucharon los Padres de la independencia duraron lo que dura el hielo en una copa de whisky (Joaquín Sabina); a penas los guineanos se sintieron independientes y libres cinco meses, desde entonces hasta hoy una sola familia de una misma tribu del mismo distrito y de pueblos vecinos, los NGUEMA (Macías NGUEMA y Obiang NGUEMA, de la tribu esangui, del distrito de Mongomo, de los pueblos de Zang Ayong y Akoakam), se adueñaron de él, se apropiaron de sus riquezas, recursos, bosques, ríos, minerales, etc y convirtieron a sus habitantes en sus esclavos. Los guineoecuatorianos vivimos como verdaderos esclavos, somos prisioneros en nuestro propio país y todos servimos menos algunos cuantos como el suscribiente simplemente porque no vivimos en el país, y están al servicio de la única familia, la familia real de Akoakam.

Esta real familia de Akoakam del rey Obiang y una de sus consortes, la reina de Angong, Constancia, sus hijos, tíos, primos, sobrinos y cuñados, flanqueada por sus lameculos, han convertido todo el país en un condominio entre todos sus miembros, familiares y amigos; lo han ido repartiendo para su explotación; así, algunos se encargan de explotar los bosques, otros los minerales y los hidrocarburos; unos se han adueñado de los puertos y las aduanas, otros se han repartido todos los sectores productivos públicos y privados, todas las empresas públicas y privadas; todo el país está bajo su control; todo absolutamente les pertenece, hasta las ciudades también son suyas pero, como se dice popularmente, el mono aunque se vista de seda mono se queda; todos ellos que vinieron del bosque a la ciudad no han dejado atrás las costumbres y hábitos salvajes sino que los han trasladado hasta las ciudades convirtiéndolas en auténticas porciones de fincas, al igual de como lo hacían en sus poblados. Los que saben y viven en sus haciendas (ciudades) afirman que los dueños de las vacas, cabras y cebúes que andan sueltos en Malabo pertenecen a la omnisciente reina de Angong, Constancia, al fallecido hermanísimo, Mba Nguema y al cleptómano Chele. Si no fuera así, si el ganado no fuera de ellos, ¿permitirían que vayan sueltos por las calles? ¿Pueden permitir que uno que no es de esa familia, pueda criar un ganado?

A ellos no les importa, no les ha importado ni la salud, ni la seguridad, ni la integridad de la ciudadanía; nunca les ha importado la imagen que Guinea da en el exterior; no les importa la incomodidad que esta situación y otras tantas están causando a los habitantes de Malabo, Bata y de todos los rincones del país. El nivel de incivismo, salvajismo y el hambre de poseer de esta familia que les impulsa a acapararlo todo, apropiarse de todo y quedárselo con todo, no tiene nombre. Son tan avariciosos que hasta entre ellos mismos se matan y se apuñalan para quedarse con lo del otro. No hace mucho vimos cómo el sobrinísimo Melchor Esono Edjo era humillado y reducido por el cuñadísimo, encargado de la defensa de su sobrino, su hermana y su cuñado, Efa Mba, en su disputa por hacerse con el transporte marítimo obligándole a atracar su barco «San Valentín» para que se quede navegando el suyo. Es increíble que todo un país carezca de empresas públicas de transportes terrestre (guaguas), marítimo y ferroviario (trenes); se lo han repartido entre ellos para expoliar aún más a los guineanos.

Ahí donde está uno de los miembros, amigos o familiares de la familia Obiang y/o una de sus consortes, Constancia, Celestina…, nadie debe tener más que él, sobresalir por encima ni siquiera abrir un negocio; ellos lo acaparan todo, lo poseen todo, no obedecen nada ni a nadie, no respetan nada ni a nadie; todos saben que esa legión es la ley y la ley son ellos. Aquí está otra de las consecuencias de lo que son capaces de hacer; se les ha ocurrido criar cabras, vacas y cebús en plena ciudad de Malabo y sus alrededores, los sueltan para que vivan y se crían salvajemente, y tienen que ser las personas, los ciudadanos y los vehículos los que han de esquivar a los animales porque esos gozan de la misma inmunidad e impunidad que sus dueños. Si las vacas pertenecen a Efa Mba y este se cree General y es nombrado ministro de la defensa por lo tanto, sus vacas son también generales y ministros de la defensa por lo tanto, son intocables; si los cebúes son de la Primera Dama y Reina de Angong, ellos también pasan a ser primeras damas y reyes y reciben los honores de la Primera Dama; si las cabras son de Chele y este es el jefe de aduanas, automáticamente ellas pasan a ser jefas de aduanas y por consiguiente poder robar, expropiar y apoderarse de lo ajeno. No hay que quejarse, ¿para qué si estamos acostumbrados a vivir resignados, a qué nos embistan y nos traten como lo que somos, esclavos?

No debería ser noticia ver pasear las reses por las calles, carreteras y autovías nacionales ni las embestidas de esas contra los vehículos a pesar de contar con innumerables alcaldes y alcaldesas como la Coloma que, además de crujir con impuestos revolucionarios a los ya empobrecidos ciudadanos para quedárselos, no es capaz de adecentar y abastecer la ciudad; con una Dirección General de Tráfico cuyo director, el pistolero y fanfarrón Jesusito de su vida o Jesusín que lejos de acondicionar las carreteras y señalizarlas para evitar daños y perjuicios tanto de los viandantes así como proteger el tráfico y los conductores, se dedica a apuntar con pistola a los conductores, coser a multas a los mismos y a confiscar sin razón ni motivo los vehículos de los que no son de su gremio.

¿Os acordáis de la famosa y sentenciosa frase del ahora Presidente de facto del Reino de su padre durante una de esas giras humillantes, de vergüenza y mofa a su cortejo so pretexto de darles de comer cada cuatro años: «os he traído la carne de cebú para que os coman«? Dicho y hecho. Los cebús ya están embistiendo a los vehículos, acto seguido será cornear a las personas mientras, los esclavos seguirán contemplando y viviendo estas humillaciones con la santa obediencia esperando que sus dioses de las sectas que llenan el país y el dios del arzobispo pedegista de Malabo les manden un Moisés capaz de liberarles de esta esclavitud.

¡¡ Manda huevos con los guineanos huevones!!

Así lo pienso y así lo digo; ¿qué os parece?

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