Por Francisco Javier Ela Abeme
Los seres humanos tenemos el mal hábito de hacer repetíble la historia, nuestra historia, como si, en lugar de ser consecuencia de un razonamiento lógico –la historia tiene su lógica–, fuese puro determinismo.
En este sentido, les aseguro que, cuando el doce de octubre de mil novecientos sesenta y ocho alcanzamos nuestra independencia, nadie pensaba, por asomo, que el resultado sería lo que tenemos hoy.
Nos habían advertido, por activa y pasiva, pero nadie podía asegurarnos que, con nuestra independencia, desde que el colono saliera por la puerta, nuestras posibilidades de vivir como personas, en democracia, desarrollarnos en paz y cultivarnos en libertad, saldrían volando por la ventana.
Sin embargo, palpando el ambiente, viendo cómo la sociedad guineana quedaba dividida en dos mitades, hasta el extremo de que, estoy convencido, si Macías no hubiera sido el presidente, estoy seguro de que el Pueblo Ntumu hubiera creado disturbios, era fácil intuir nuestro actual destino.
Bien, ya hemos llegado a donde estamos hoy. Alguien puede pensar que peor ya no se puede estar. Pero no es verdad: en nuestro Continente, por nuestra propia realidad, las cosas pueden siempre empeorar. Por eso es bueno hablarles a las luchadoras y a los luchadores y decirles que, en el futuro, a la hora de plantear la batalla por la democracia en Guinea, habrá que ir con pies de plomo.
Quiero decir que el salto no será mágico. Esto no será de la cruz a la palma. No saldremos de la tiranía a la democracia. Incluso este planteamiento podría ser extremadamente simple y contraproducente.
Veamos: el en torno no ayuda. ¿Conocen hoy, en nuestra Subregión, a algún país en el que la convivencia democrática es un hecho habitual, y que nos puede servir de referencia? En este sentido, uno de los factores que ayudaron a la transición española, aparte del en torno democrático europeo, era el poso cultural del Pueblo español.
Ahora bien, después de cincuenta y dos años destruyendo a conciencia lo poco que había de poso cultural en nuestro Pueblo, cincuenta y dos años rindiendo culto a la estulticia, más de medio siglo «demostrando» que se puede ser presidente o ministro siendo cabestro, ¿con qué fondo cultural cuenta hoy nuestro Pueblo como para contribuir a sostener una transición política sosegada?
Por eso insisto, nuestra situación puede empeorar, sin ser ese nuestro deseo. Hoy sabemos quién nos mata o nos puede matar. Mañana, si no afinamos, pueda que no tengamos ni si quiera el privilegio de saber quién nos mata y porqué. Con el añadido de que, particularmente, no tenemos una población como para aguantar una matanza generalizada.
Los veo que hablan por los codos. Plantear, después de la caída de la tiranía, nuestra problemática, para enfocar la transición, de forma atropellada, sin establecer el orden de prioridades, con la única finalidad de ahogar la transición, en sentido de cuánto peor mejor para todos, nos puede conducir a ese empeoramiento que señalo, para la alegría de la tiranía.Lo más procedente, ya situados en la tesitura de la transición, es serenar un ambiente caldeado. Llevar ante la justicia a los bandidos y bandidas. Recuperar, lo que sea recuperable, el botín para resolver las cuestiones de comer al Pueblo, y luego pasar a discutir sobre la convivencia, o sea, nuestro proyecto de construcción nacional, a partir de los mimbres nacionales. El objetivo: construir nuestro estado de ciudadanos.
Y, con esto, por hoy,
¡He dicho!